15 de marzo de 2017

Capítulo 63

“¡Maldición!”

Fue el grito que resonó dentro del Faro Di Murano. Máximo hunde su rostro entre sus manos, mientras piensa en la ironía de quedarse sin electricidad y sin señal del móvil dentro de un faro.  Llevaba horas tratando de llamar nuevamente a Macarena pero parecía que el móvil de ella estaba bloqueado, ya que no estaba accesible. Y ahora, su móvil era el que fallaba y estaban sin luz en un faro.

Robles echaba un vistazo a la calle.

“Joder, Máximo, date prisa, pueden estar por llegar…, ya han debido de darse cuenta de que no estamos en el Museo del Vidrio

“Sigo sin entender cómo nos siguen el rastro...”, se quejó Máximo al tiempo que arrancaba y pegaba cables en la caja de la instalación eléctrica del faro.

 “!Vamos, toma el ordenador y salgamos de aquí!” le gritó Robles, visiblemente nervioso.

La tarde caía en Murano. La tranquilidad de la isla se vio interrumpida por un par de estallidos de gran magnitud, que provocó gritos e histeria en la distancia.

Robles y Máximo se miraron en silencio. Tomaron sus cosas, el ordenador y, rápidamente, salieron del faro.

La calle era un manicomio. Gritos, histeria, personas corriendo en cualquier dirección. Robles y Máximo corrieron despavoridos uno junto al otro los 700 metros que les separaban de la Piazzale Calle Colonna, donde les esperaba la lancha que les había llevado horas antes a la isla.

Josué, el tipo malencarado que les esperaba inquieto en la lancha, guardó su móvil rápidamente cuando los vio aparecer y lanzarse a la lancha.

“¡Hora de irnos!”, gritó Robles.

Josué brinca de su sillín, toma el timón y acelera. La lancha abandona el pequeño puerto a toda velocidad.

“¿A Venecia, señor?”, pregunta Josué.

“No”, contesta secamente Robles, a la vez que voltea a ver la columna de humo levantándose en Murano.

“Te apuesto que fue el Museo de Vidrio el que voló en mil pedazos”, le dice Máximo.

“Necesitamos llegar al aeropuerto y pronto”, ordena Robles.

“Pero señor, ¿y Macarena y Palmira?”, pregunta Máximo.

“Justamente por ellas debemos abandonar Venecia” contesta Robles. “El ordenador y la información que contiene se acaban de convertir en el nuevo objetivo. Debemos encontrar la forma de acceder a esos archivos. Ellas estarán a salvo en tanto se mantengan en el anonimato.”


Máximo voltea a ver hacia atrás. De nuevo, toca alejarse de Palmira…  

By Fredic Montt
Fredic Montt

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