“¡Maldición!”
Fue el grito que resonó dentro del Faro Di Murano. Máximo hunde su rostro entre sus manos, mientras piensa en la
ironía de quedarse sin electricidad y sin señal del móvil dentro de un
faro. Llevaba horas tratando de llamar
nuevamente a Macarena pero parecía
que el móvil de ella estaba bloqueado, ya que no estaba accesible. Y ahora, su
móvil era el que fallaba y estaban sin luz en un faro.
Robles echaba un vistazo a la calle.
“Joder, Máximo,
date prisa, pueden estar por llegar…, ya han debido de darse cuenta de que no
estamos en el Museo del Vidrio”
“Sigo sin entender cómo nos siguen el rastro...”, se
quejó Máximo al tiempo que arrancaba
y pegaba cables en la caja de la instalación eléctrica del faro.
“!Vamos, toma
el ordenador y salgamos de aquí!” le gritó Robles,
visiblemente nervioso.
La tarde caía en Murano.
La tranquilidad de la isla se vio interrumpida por un par de estallidos de gran
magnitud, que provocó gritos e histeria en la distancia.
Robles y Máximo
se miraron en silencio. Tomaron sus cosas, el ordenador y, rápidamente,
salieron del faro.
La calle era un manicomio. Gritos, histeria, personas
corriendo en cualquier dirección. Robles
y Máximo corrieron despavoridos uno
junto al otro los 700 metros que les separaban de la Piazzale Calle Colonna,
donde les esperaba la lancha que les había llevado horas antes a la isla.
Josué, el tipo malencarado que les esperaba
inquieto en la lancha, guardó su móvil rápidamente cuando los vio aparecer y
lanzarse a la lancha.
“¡Hora de irnos!”, gritó Robles.
Josué brinca de su sillín, toma el timón y
acelera. La lancha abandona el pequeño puerto a toda velocidad.
“¿A Venecia,
señor?”, pregunta Josué.
“No”, contesta secamente Robles, a la vez que voltea a ver la columna de humo levantándose
en Murano.
“Te apuesto que fue el Museo de Vidrio el que voló en
mil pedazos”, le dice Máximo.
“Necesitamos llegar al aeropuerto y pronto”, ordena Robles.
“Pero señor, ¿y Macarena
y Palmira?”, pregunta Máximo.
“Justamente por ellas debemos abandonar Venecia” contesta Robles. “El ordenador y la información que contiene se acaban de
convertir en el nuevo objetivo. Debemos encontrar la forma de acceder a esos
archivos. Ellas estarán a salvo en tanto se mantengan en el anonimato.”
Máximo voltea a ver hacia atrás. De nuevo, toca
alejarse de Palmira…
By Fredic Montt
Fredic Montt |
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