Palmira despierta, entre sollozos, de una de las pesadillas que
últimamente se apoderaban de ella. Incapaz de reaccionar, una enorme angustia
impedía que pudiera mover algún músculo de su cuerpo, casi no podía respirar y
su corazón latía tan fuerte que comenzó a preocuparse seriamente.
-Macarena,
no sé qué me ocurre, no puedo moverme, ¡ayúdame!
-Palmira,
¿qué pasa?, ¡estás muy pálida!, ¡voy a llamar a la enfermera!
Antes de que a Macarena
le diera tiempo a pedir ayuda, un celador acompañado de un médico irrumpe en la
habitación dispuesto a llevarse a Palmira
para hacerle unas pruebas. El facultativo, por el cuadro sintomático que puede
observar, intenta tranquilizar a Palmira,
explicándole que se trataba de un ataque de ansiedad.
-Lo peor de los ataques de pánico son los primeros 5
minutos, así que procura respirar hondo, ten claro que en breve te vas a
encontrar mejor, no trates de luchar contra tus síntomas y vamos a aprovechar
que tenemos que hacerte unas pruebas para sacarte de aquí, lo normal es que no
dure más de 30 minutos, ¡así que tranquila!
Macarena observaba la escena y no terminaba de creer que esos
dos hombres fueran personal del hospital. Las miradas que intercambiaban entre
ellos y los gestos dubitativos que percibía, la hacían dudar. No dejaba de
pensar “no te fíes de nadie”, las palabras de Máximo resonaban una y otra vez en su cabeza. Era todo muy extraño,
ya no habían vuelto a saber nada de él desde hacía tiempo y sentía que se
encontraban solas y expuestas.
Se dispusieron a mover la cama de Palmira, camino al ascensor y sin darle información sobre las
pruebas que iban a realizarle, Macarena
se dirigió al mostrador para obtener más datos.
-La señorita Palmira
no tiene programada ninguna prueba para hoy.
-¿Cómo? Un celador y un médico han entrado a la
habitación y en estos momentos la están llevando “en teoría”, a hacerle un
estudio médico.
Sin dejar mediar palabra a la enfermera, Macarena salió corriendo hacia el
ascensor. Tras atisbar que estaba marcado el -1, la puerta se cerró en sus
narices.
-¡La llevan al parking!, gritó Macarena.
Presa del miedo, bajó corriendo las escaleras. Sin
pedir ayuda y sin pensar en lo que podría ocurrir, acudió en busca de su amiga.
Lejos de huir, una extraña fuerza se apoderó de Macarena y sintió como si ella sola pudiera hacer frente a esta
insólita situación.
Ya en el parking, no conseguía ver ni rastro de Palmira y de los dos hombres que se la
llevaron. De repente, tras ella, se abren las puertas del ascensor y siente que
un escalofrío recorre su cuerpo. Sin tiempo a reaccionar, Macarena pierde el conocimiento. Meses después, seguía en aquel
lugar donde despertó y lo único que recordaba de ese fatídico día, era como dos
hombres se acercaban a ella en el parking. Macarena
no lo sabía, pero Palmira se
encontraba a unas cuantas estancias de ella, las habían secuestrado.
Palmira
abre los ojos, no podía ver con claridad. Lo único que vislumbraba eran los
focos de una especie de quirófano improvisado, varias personas con mascarillas
y el sonido de sus signos vitales monitorizados. Al intentar moverse una “supuesta”
enfermera avisa de que se estaba despertando.
-¡Volved a sedarla!,
¡parece que despierta!
Cuando empezaba a sentir
el efecto de la anestesia, Palmira
escuchó los sollozos de un recién nacido.
-¿De dónde vienen esos
llantos?, pensó Palmira, ¿acabo de
dar a…?
By Vera Lú
Vera Lú |
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