Macarena
no daba crédito a lo que acababa de escuchar. Desde que Palmira se fue a
Venecia habían mantenido contacto con cierta regularidad y estaba al tanto de
los continuos vaivenes que estaba sufriendo la vida de su querida amiga.
Ahora
hacía aproximadamente una semana que no sabía nada de ella y esto, francamente,
la había tenido preocupada y a la espera del próximo contacto, pero en ningún
momento, ni remotamente, podía esperar una llamada como la que había recibido
de Andrea.
Por
supuesto que iría a Venecia; Palmira, era más que su mejor amiga y socia en la
galería, era como una hermana para ella, esa que nunca tuvo.
Recordaba
perfectamente cómo la había conocido. Tendrían 7 u 8 años y ambas iban al mismo
colegio de Sevilla.
Palmira
era una niña retraída, a la que le costaba establecer relaciones tanto con
otras niñas como con las demás personas de su entorno. Parecía como si la
desconfianza hacia todo y todos se hubiera instalado en ella, siempre estaba a
la defensiva y cada vez que se ponía nerviosa, por alguna circunstancia,
aparecía esa tartamudez que todavía empeoraba más las cosas.
Macarena
era hija única; sus padres provenían de familias adineradas de la alta sociedad
sevillana que, probablemente, cuando se casaron no tenían la madurez necesaria
para asumir el compromiso de mantener una relación y mucho menos una familia.
Es por eso que, cuando ella tenía 4 años, se divorciaron.
El
divorcio no fue bien visto en los círculos sociales donde se movían, y esto en
una ciudad como Sevilla podía llegar a pesar y mucho. Por eso ambos decidieron
irse a vivir a distintas ciudades y dejaron a Macarena al cuidado de sus
abuelos maternos.
No
sabía muy bien que astros se habían alineado ni en qué momento pero desde que
se vieron por primera vez en el colegio la conexión fue inmediata y desde ese
momento se habían vuelto inseparables.
Al
finalizar sus estudios de secundaria ambas optaron por la carrera de Bellas
Artes y ahí fue donde fraguaron la idea de montar la galería de arte, siempre
con la ayuda de Isaac que, aunque parecía que no intervenía en sus vidas, lo
cierto es que estaba siempre presente en cada momento de ellas.
Nunca
podría agradecerle bastante su ayuda, sus contactos, sus consejos, su cariño y
su permanente disponibilidad ante cualquier inconveniente.
Sus
vidas transcurrían apaciblemente, con los altibajos lógicos de la vida, pero
con tranquilidad, hasta que, con la muerte de Isaac todo se precipitó y, de
repente, ya nada era como antes.
Estaban
sucediendo cosas que eran inimaginables unos pocos meses atrás, y ahora su día
a día era un sin vivir.
Volvió
a su cabeza la llamada de Andrea y se echó a temblar.
Sabía
que, desde que salió de Sevilla, habían ocurrido muchas cosas desconcertantes
pero no podía llegar a imaginar que alguien quisiera matarla y que, por el
camino, había acabado con tantas vidas.
La
sola idea de perder a Palmira la desolaba, no podía permitirlo. Aunque si lo
que decía Andrea era cierto, ahora su vida también estaría en peligro.
En
ese momento llegó Máximo a sus pensamientos.. ¿Qué habría sido de él?.
Hacía
un par de semanas le comentó que iba a ir a Venecia para ver a Palmira, y no
había vuelto a saber nada de él.
Ensimismada
en sus pensamientos metió algunas cosas en una pequeña maleta y se disponía a
ir al aeropuerto para ir al encuentro de su amiga del alma, cuando sonó el
timbre de la puerta del apartamento.
By Trexa
Trexa |
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