Los
primeros rayos de sol le indicaron que debía ponerse en pie si quería llegar a
coger el vuelo a Malta. Realmente apenas había dormido, muchas cosas habían
pasado desde su cita del día anterior con su madre.
Suavemente
se deslizó de la cama y fue hacia el cuarto de baño, se miró al espejo y
descubrió una nueva Palmira en él. Se sentía fuerte y poderosa.
Giró
la cabeza para poder mirarse la nuca, pero tuvo que recurrir a otro espejo para
poder ver con claridad lo que pretendía.
Salió
del baño y dirigió su mirada hacia la cama…ahí estaba él. A simple vista se
veían las señales de todo el castigo que le proporcionó a lo largo de toda la
noche. Seguía con los ojos vendados, las manos y los pies atados a la cama y la
boca amordazada.
Sensualmente,
Palmira caminó hacia la cama, se sentó encima de su cuerpo inmóvil y le susurró
al oído:
- - Shhhhh. Aún serás
mío un ratito más. Ahora viene tu premio, por lo bien que te has portado.
Le
quitó la mordaza de la boca y le besó apasionadamente. Esto provocó
automáticamente que tuviera una enorme erección, lo que hizo que Palmira le
dijera al otro oído:
- - Buen chico, así me
gusta, que estés para mí siempre que lo deseé.
Levantó su torso e introdujo su pene dentro de ella, a la vez que emitió un gran
gemido de placer. Él no pudo corresponderla porque, aunque se moría de ganas,
sabía que no le estaba permitido y el castigo que, en caso de hacerlo, su ama
le aplicaría.
Sentada
sobre él, dominando completamente la situación, Palmira le hizo el amor
apasionadamente, controlando cada gesto de su cara. Cuando veía que él estaba a
punto de estallar, ralentizaba las embestidas, para nuevamente acelerarlas
cuando notaba que el momento del clímax estaba aún lejos.
Finalmente,
decidió dejar de hacerle sufrir y le dijo:
- - Ahora sí, puedes
terminar dentro de mí, y puedes gritar si lo deseas.
- - Gracias mi ama,
contestó.
Entonces,
Palmira comenzó a mover sus caderas lentamente para ir, poco a poco, aumentando
el ritmo, a medida que sentía en su interior la excitación, cada vez mayor, de
su esclavo. Ella comenzó a gemir y gritar, clavando sus uñas en su pecho, justo
en el momento que tenía un orgasmo de una intensidad que nunca había sentido.
- - !!! Ahora…Hazlo
!!! Gritó Palmira.
A
lo que él respondió con un gemido de placer aún más grande, fruto de todo lo
que se había reprimido durante tantas horas a lo largo de la noche. Su orgasmo
fue una liberación total de energía y de pasión, que llenó el interior de
Palmira con un abundante caudal de amor.
Suavemente,
y sin dejarle salir, Palmira dirigió su cabeza nuevamente a su oído y le dijo,
con lágrimas en los ojos:
- - Te amo, ¿Dónde has
estado todo este tiempo?
Se
fundieron en un gran abrazo tan intenso que el mundo se detuvo para ellos. Pero
no podían estar así mucho tiempo, por lo que le desató y le invitó a ir a la
ducha con ella.
Suavemente
le lavó todo su cuerpo, todas las heridas que le había provocado, las besó y
las curó con amor y dedicación.
Finalmente,
Palmira le miró a los ojos y le dijo:
- - Vistámonos, me
tienes que llevar al aeropuerto
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Rac Tac
Rac Tac |
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