19 de enero de 2017

Capítulo 8

Se iba a encontrar con el AMO y no deseaba que se llevase una mala primera impresión por su tardanza. Pero algo le decía que debía leer la carta de su madre. ¿Por qué apareció la carta en ese preciso momento? Palmira no lo dudó y la abrió.

Eran escasas las palabras que en ella aparecían y, al pie de éstas, la firma de su madre.

“NO TE ENAMORES”

No comprendía la razón de ese mensaje, pero ahora no podía pararse a pensar en ello, debía acudir al evento.

Del otro lado de la puerta se encontraba Andrea. Sus miradas se volvieron a cruzar de un modo penetrante. Cuando Andrea la vio, y sin dar tiempo a pensar, le dijo: “Señorita Palmira, está usted radiante“. Ella se sonrojó, y enseguida ambos bajaron la señorial escalera, para encontrarse con esa persona que a Palmira tan intrigada la tenía.

Tras cruzar un largo pasillo, alumbrado por fastuosas lámparas de araña de resplandecientes cristales de roca, y en cuyas paredes se sucedían valiosísimos lienzos, llegaron a un gran salón en el que la música que se oía era dulce, una melodía que envolvía sus oídos. Había una multitud de personas con porte aristocrático, mesas con manteles dorados, y en todas ellas comida de diferentes clases, con una presentación que invitaba casi tanto a admirar sin tocar como a degustar los manjares.

De repente, una voz le hizo volver a la realidad. Andrea pronunció con solemnidad:

-  Por favor, demos la bienvenida a la señorita Palmira Caelum –.

Todos los que allí se encontraban hicieron un pequeño gesto con su cabeza, inclinándola levemente.

A lo lejos observó a alguien que le atrajo, como si de un imán se tratase, y sin darle tiempo a saber por qué, Andrea se dirigió a ella diciéndole: - Señorita Palmira, el AMO le está esperando –.

Palmira no daba crédito, ¡Andrea la dirigía justo hacia allí! ¡Oh Dios mío, es él!

-Señor Martin, le presento a la Señorita Palmira-.

Ella no se había percatado de lo ajustado que era su vestido rojo de tubo hasta ese preciso momento. Sus piernas temblaban, su corazón palpitaba a una velocidad casi taquicárdica, algo que le incomodaba por su escote palabra de honor. Una sensación extraña, a la vez que excitante, recorría su cuerpo…

Al lado de Martin se encontraba una mujer morena, de mediana edad y con las facciones muy marcadas, la cual se había percatado de la emoción de Palmira.

A su vez, Martin no ocultaba su sorpresa y agrado al contemplar sin disimulo la belleza de un cuerpo tan delicado a la vez que sensual. Sí, él tenía referencia de su hermosura, pero no hasta tal punto. Quedó paralizado por un momento hasta que volvió en sí.

Martin se dirigió a Palmira, y mediante un susurro en sus oídos, ocultados por sus rizados cabellos, no menos sugerentes que su figura, le dijo: -Vayamos fuera, por favor, señorita–.

El roce de sus manos provocó en ambos una excitación que nunca se hubiesen imaginado.

Ya a solas, junto a la balconera de una terraza desde la que podía apreciarse la magnitud de los jardines palaciegos, Martin se dirigió de nuevo a Palmira: - Señorita, no tema, solo vengo a ayudarle. Me gustaría que me llamase por mi nombre, Martin-.

Palmira estaba como hipnotizada, no reaccionaba. Su tez morena y sus ojos verdes le estaban provocando una sensación nunca antes experimentada. ¿Qué recorría su cuerpo? ¿Qué le estaba sucediendo?

De repente vino a su cabeza el escrito de su madre.

Por un momento, le dio la espalda a Martin, y en el giro se percató de que la mujer que acompañaba a éste cuando se lo presentaron tenía la mirada fija en ella en la distancia.

Martin la tomó delicadamente por la cintura y le volvió a susurrar, ya tuteándola. –Sé que no te ha faltado nada material en tus años en España, pero ahora vas a comenzar una nueva vida, descubrirás aspectos de ti misma que desconoces, nada que desees será imposible de conseguir y disfrutar, serás la mujer más afortunada del mundo, pero solo si me obedeces y eres dócil al proyecto que tengo para ti-.

Palmira se giró, y él la cogió de sus manos y las besó.

By Tacones Cercanos
Tacones Cercanos

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