Se iba a encontrar con el
AMO y no deseaba que se llevase una mala primera impresión por su tardanza.
Pero algo le decía que debía leer la carta de su madre. ¿Por qué apareció la
carta en ese preciso momento? Palmira no lo dudó y la abrió.
Eran escasas las palabras
que en ella aparecían y, al pie de éstas, la firma de su madre.
“NO
TE ENAMORES”
No comprendía la razón de
ese mensaje, pero ahora no podía pararse a pensar en ello, debía acudir al
evento.
Del otro lado de la
puerta se encontraba Andrea. Sus miradas se volvieron a cruzar de un modo
penetrante. Cuando Andrea la vio, y sin dar tiempo a pensar, le dijo: “Señorita
Palmira, está usted radiante“. Ella se sonrojó, y enseguida ambos bajaron la
señorial escalera, para encontrarse con esa persona que a Palmira tan intrigada
la tenía.
Tras cruzar un largo
pasillo, alumbrado por fastuosas lámparas de araña de resplandecientes
cristales de roca, y en cuyas paredes se sucedían valiosísimos lienzos,
llegaron a un gran salón en el que la música que se oía era dulce, una melodía
que envolvía sus oídos. Había una multitud de personas con porte aristocrático,
mesas con manteles dorados, y en todas ellas comida de diferentes clases, con
una presentación que invitaba casi tanto a admirar sin tocar como a degustar
los manjares.
De repente, una voz le
hizo volver a la realidad. Andrea pronunció con solemnidad:
- Por favor, demos la bienvenida a la señorita
Palmira Caelum –.
Todos los que allí se
encontraban hicieron un pequeño gesto con su cabeza, inclinándola levemente.
A lo lejos observó a
alguien que le atrajo, como si de un imán se tratase, y sin darle tiempo a
saber por qué, Andrea se dirigió a ella diciéndole: - Señorita Palmira, el AMO
le está esperando –.
Palmira no daba crédito,
¡Andrea la dirigía justo hacia allí! ¡Oh Dios mío, es él!
-Señor Martin, le
presento a la Señorita Palmira-.
Ella no se había
percatado de lo ajustado que era su vestido rojo de tubo hasta ese preciso
momento. Sus piernas temblaban, su corazón palpitaba a una velocidad casi
taquicárdica, algo que le incomodaba por su escote palabra de honor. Una
sensación extraña, a la vez que excitante, recorría su cuerpo…
Al lado de Martin se
encontraba una mujer morena, de mediana edad y con las facciones muy marcadas,
la cual se había percatado de la emoción de Palmira.
A su vez, Martin no
ocultaba su sorpresa y agrado al contemplar sin disimulo la belleza de un
cuerpo tan delicado a la vez que sensual. Sí, él tenía referencia de su
hermosura, pero no hasta tal punto. Quedó paralizado por un momento hasta que
volvió en sí.
Martin se dirigió a
Palmira, y mediante un susurro en sus oídos, ocultados por sus rizados
cabellos, no menos sugerentes que su figura, le dijo: -Vayamos fuera, por favor,
señorita–.
El roce de sus manos
provocó en ambos una excitación que nunca se hubiesen imaginado.
Ya a solas, junto a la
balconera de una terraza desde la que podía apreciarse la magnitud de los
jardines palaciegos, Martin se dirigió de nuevo a Palmira: - Señorita, no tema,
solo vengo a ayudarle. Me gustaría que me llamase por mi nombre, Martin-.
Palmira estaba como
hipnotizada, no reaccionaba. Su tez morena y sus ojos verdes le estaban provocando
una sensación nunca antes experimentada. ¿Qué recorría su cuerpo? ¿Qué le
estaba sucediendo?
De repente vino a su
cabeza el escrito de su madre.
Por un momento, le dio la
espalda a Martin, y en el giro se percató de que la mujer que acompañaba a éste
cuando se lo presentaron tenía la mirada fija en ella en la distancia.
Martin la tomó delicadamente
por la cintura y le volvió a susurrar, ya tuteándola. –Sé que no te ha faltado
nada material en tus años en España, pero ahora vas a comenzar una nueva vida, descubrirás
aspectos de ti misma que desconoces, nada que desees será imposible de
conseguir y disfrutar, serás la mujer más afortunada del mundo, pero solo si me
obedeces y eres dócil al proyecto que tengo para ti-.
Palmira se giró, y él la
cogió de sus manos y las besó.
Tacones Cercanos |
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