Tras un viaje de casi
seis horas entre la capital sevillana y la ciudad de los canales, con escala en
Barcelona y la inevitable pérdida de las maletas, Palmira llegó finalmente a
Venecia.
Cuando terminó de poner
la reclamación pertinente por la pérdida del equipaje, se encaminó hacia la
salida del aeropuerto. Caminaba con una confianza y seguridad impropias de
ella. Algo que le sorprendió gratamente. No sabía qué sorpresas le depararía el
destino cuando saliera de la terminal y pusiera sus pies en las calles
venecianas, pero poco le importaba. Lo que fuese que le estuviera esperando
tendría que vérselas con ella.
Palmira es una mujer
extraordinariamente guapa, aunque no siempre fue así. En su infancia y parte de
la adolescencia, fue una chica feucha y muy delgada, lo que hizo que creciera
con cierta naturaleza acomplejada, hasta que llegó la época del cambio. Su
cuerpo se metamorfoseó de manera espectacular.
Ahora, es una mujer
despampanante. Tiene un cuerpo de esos que cualquier cosa que se pone le sienta
bien. Es ese tipo de mujer que gusta a los hombres de todas las edades, aunque
ella no termina de creérselo debido en parte a esa tartamudez que le persigue
desde la infancia cuando vive algún episodio de tensión.
Palmira estaba radiante.
Cada paso que daba lo hacía con toda intención, los disfrutaba. Su rostro
apenas reflejaba la fatiga del viaje.
Cuando, por fin, salió de
la terminal del aeropuerto Marco Polo, se detuvo y buscó con la mirada, entre
las personas que aguardaban en la salida, a sus amigos, familiares y clientes.
Mientras se acomodaba un
par de rizos de su rojiza melena, sus miradas se cruzaron. Él le dirigió una
sonrisa que a Palmira le resultó atractiva y cordial. Pero, instintivamente y
presa de los nervios, desvió su rostro mirando en otra dirección. Debido a la
crisis de confianza en sí misma, que padece desde la infancia, se siente
incómoda cuando sabe que alguien la observa.
- “¡No conozco a ese
hombre!”-se dijo a sí misma- “¡Debo de estar loca!”
Al llevar puestas unas
gafas de sol, no había podido observar sus ojos. Una lástima, pensó, ya que
según ella es un detalle que delata a las personas. Así juzga siempre Palmira a
las personas, por su mirada y sus labios. En éstos, al menos sí que le había
dado tiempo a reparar. No eran finos. –“Menos mal”-, ya que Palmira desconfía
de las personas con labios finos, como si fuesen personas que tienen que
ocultar maldades inconfesables.
El chico, que continuaba
sonriéndole, no era muy alto, 1,80 cm aproximadamente. Por su complexión, diría
que era deportista. Iba recién afeitado y llevaba una gorra que apenas dejaba
ver su negro pelo agraciado. Parecía ser él. ¡Si, debía de ser él! ¿Quién más
la estaría esperando en Venecia? -pensaba de manera atropellada Palmira-
Volvió a mirar en la
dirección en la que se encontraba el chico y observó como éste alzaba la mano a
modo de saludo al tiempo que la llamaba - ¿hola? ¿Palmira? -
Palmira respiró aliviada.
Sin duda se trataba de Andrea. Aunque sólo lo conocía de un grupo de whatsapp,
le parecía una persona de confianza.
Pero nada es lo que
parece.
by Padawan
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