Macarena ya había desaparecido entre la multitud en la
T4 de Barajas. Pero José, lejos de regresar en su taxi a Sevilla, aún tenía cosas
por hacer en Madrid, entre ellas, un encargo que cumplir. Ella no era la única
que iba a abordar vuelo en Barajas hacia Venecia.
José se apostó cerca de las escaleras eléctricas donde
el tren de Cercanías llega al aeropuerto. Allí, oculto entre el movimiento de
personas y maletas, debía cerciorarse de que la segunda persona que esperaba abordara
el avión.
Pasados 7 minutos apareció, bajándose del primer vagón
del tren que arribó a la estación. Caminaba rápido, enfundado en una gabardina
y usando sombrero y gafas de sol. ¡Oh Máximo! A cualquiera engañaría, pero no a
los Poncianos.
Le siguió a una distancia prudente, vio cuando se
acercó a Macarena en la fila de abordaje y luego cuando uno después del otro
desaparecieron de su vista.
Tal y como estaba previsto. ¡Máximo es tan previsible!
Salió de la T4, abordó su taxi y se dirigió al centro
de Madrid. ¡La Gran Vía era parada obligatoria cuando venía a la capital! En Calle
Valverde dejó su taxi aparcado en el espacio reservado para él y se dirigió al
sur, a su restaurante favorito a un costado de la Puerta del Sol.
Con una copa de vino a medio tomar, hizo una llamada.
-“En este momento debe estar despegando el vuelo. Yo
ya terminé mi labor acá”.
-“Si, los vi abordar, uno detrás del otro. Su modo de
andar le delató desde que lo vi bajarse de Cercanías. Es de esperar que en
avión hagan contacto, pero eso lo informará Josué quien va en el mismo vuelo”.
-“Perfecto, el taxi queda a disposición en Valverde,
en el lugar de siempre. Le dejé mi tarjeta a ella, si estoy en lo correcto, me
contactará. Estaré acá en la ciudad a la espera de los acontecimientos”.
- “Es de esperar que las acciones de los Caelum caigan
en Bolsa. Nadie querrá nada con esa empresa luego de lo que suceda estas
semanas con esa familia. La apuesta ha sido fuerte, pero esperamos pronto los
réditos de la inversión que estamos haciendo”.
-“Venga, por lo pronto, ¡salud!”
José cortó la llamada y se dispuso a terminar el vino
que quedaba en la copa. Era un día esplendoroso en Madrid, y vendrían mejores
conforme se fueran dando los acontecimientos.
By Fredic Montt
Fredic Montt |
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